sábado, 6 de diciembre de 2014

APRENDICES DEL TIEMPO






Dejo esta estancia vacía...la que me recuerda tantos encuentros y algún que otro desencuentro. Cierro las ventanas, no fuera que la luz dejase traslucir alguna de nuestras fotos en común que detuvieran la retirada. 

El viejo piano recordará los ratos de melancolía y en sus teclas dormirán mis huellas que se cansaban errantes de vagar por ellas, dotadas de inspiración pero carentes de armonía.

Mudamos de piel, como si en ella dejáramos el rastro, un compendio de derrotas y alegrías, de llanto y de risas, siendo todavía aprendices de altos vuelos, como trapecistas surcando el cielo, con el vértigo del vuelo, con el estímulo del aplauso suspendido.

Cada día al dejar una estancia vacía, un recuerdo vaga por las paredes, una foto se nos escapa, una chocolatina más que pasa al correr una fecha en el calendario de adviento.

Vuelvo a dejar en tus manos volver a tomar las mías, dejo que ellas te recuerden la silueta que recorrías y si algún sueño te trae mi fragancia o un destello de luz abre los pórticos de la ventana y ves nuestras sábanas ondeando al viento, como una bandera al horizonte rendida, vuelvas a mirar arriba y sea yo aún quien te guía.

Dejo esta estancia vacía y mudamos de piel cada vez que cerramos la puerta para volverla a abrir, cada vez que te convido a que entres de nuevo en mi vida y recuerdes que hubo vida antes de la vida...

No te equivoques si parece más firme el gesto, tan solo es una manera de aferrarse al suelo. Se detiene el tiempo si miramos juntos en la misma dirección, si seguimos siendo aquellos aprendices del tiempo que volaban alto y en su corazón guardaban el anhelo de volver a surcar los cielos.